Del grano al snack: la empresa que transforma el maíz dulce en valor agregado desde el corazón del NOA

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Con cuatro generaciones marcadas por la evolución y el arraigo productivo, la empresa Salvita se afianza como referente en la producción de maíz dulce en el norte argentino, donde lleva adelante un modelo que combina innovación, agregado de valor en origen y un fuerte compromiso con el desarrollo regional. Ahora, incursionan el mercado del snack.

Hablar de Salvita es hablar de una historia que cruza generaciones, geografías y paradigmas productivos. Desde un bisabuelo inmigrante con olfato comercial que arribó desde Granada, España, hasta la actual apuesta por industrializar en origen en el norte argentino, la trayectoria de esta empresa familiar simboliza el tránsito del país primario hacia un modelo de desarrollo con valor agregado.

“Cada generación aportó una visión distinta, pero complementaria”, cuenta Ramiro Muñoz, actual referente de la firma, al trazar la genealogía empresarial que conecta a su bisabuelo comerciante, su abuelo productor, su padre diversificador y la actual conducción, orientada decididamente al agregado de valor en origen.

Esa decisión no es menor si se considera el escenario territorial donde Salvita opera: zonas postergadas del norte argentino, particularmente en las provincias de Salta y Jujuy, donde la carencia de servicios básicos y de formación técnica es una constante. Apostar al desarrollo en esos contextos es tanto un desafío como una declaración de principios.

El maíz dulce, una joya delicada
Entre las diversas producciones de hortalizas, legumbres y cereales que encara la empresa, el maíz dulce representa un capítulo aparte. No se trata del maíz de trilla que se ve en los acopios o en los embarques de puerto, sino de una variedad pensada para el consumo directo, con una lógica de producción mucho más intensiva y de altísimo cuidado postcosecha.

“El costo de producción del maíz dulce es muy superior. Usamos riego por goteo, y una vez cosechado, debe pasar por un hidro-cooler para enfriarse y mantener el color verde de la chala, que es como se comercializa en el mercado argentino”, explica Muñoz, que fue parte de un panel de experiencias exitosas en agregado de valor y economía circular en el reciente congreso de Maizar.

Esta exigencia de manejo —sumada a su vida útil extremadamente breve, de apenas 7 a 10 días— restringe la distribución a mercados cercanos, fundamentalmente Argentina y Uruguay. “No podemos expandirnos mucho más con este modelo tradicional”, admite.

Sin embargo, esta limitación fue también el punto de partida para nuevas ideas. “Cuando el techo está cerca, hay que buscar abrir otras puertas”, dice Muñoz. Y Salvita ya encontró una: la quinta gama.

Del campo a la fábrica: la apuesta por la quinta gama
La llamada “quinta gama” en alimentación incluye productos cocidos, esterilizados y listos para consumir. En el caso de Salvita, se trata de maíz dulce pelado, esterilizado y envasado al vacío. Un snack saludable que elimina la necesidad de mantener la chala y extiende la vida útil del producto, con lo que se amplía notablemente el alcance comercial.

“La cosecha puede ser mecánica, el proceso fabril es completamente distinto y más escalable. Es un modelo menos artesanal, con más potencial de industrialización”, resume Muñoz. Según sus estimaciones, la demanda de este tipo de productos en Sudamérica permitiría incorporar unas 2.000 hectáreas adicionales a la producción actual de maíz dulce.

Se trata de una reconversión que no solo implica crecimiento en volumen, sino un cambio de paradigma: transformar un cultivo fresco y efímero en un alimento durable, industrial y exportable, sin abandonar el concepto de calidad.

El maíz como eje integrador del sistema
Pero el maíz en Salvita no se agota en el consumo humano. También se convierte en carne, fertilidad y economía circular. La empresa cultiva cerca de 6.000 hectáreas de maíz convencional, que alimenta sistemas ganaderos propios, cuyos residuos se compostan y devuelven al suelo en forma de fertilizantes orgánicos.

“La sinergia entre el maíz, la ganadería y los cultivos intensivos como la banana nos permitió dar un salto productivo. Eso nos llevó a enfocarnos también en bioinsumos y estamos montando una planta de productos biológicos, que tendrá su fase comercial a partir de agosto”, detalla Muñoz.

Así, el grano dorado se transforma en el eje de una matriz diversificada, sostenible y de alto valor agregado. Lejos del modelo extractivista, Salvita apuesta por cerrar ciclos y construir futuro desde la base.

Agregar valor en origen: más que una estrategia
Instalar una planta, diseñar un sistema logístico y formar personal técnico en zonas inhóspitas no es solo un modelo productivo: es una elección política, económica y social. Implica generar empleo, capacitar mano de obra local y dar oportunidades donde escasean.

“El agregado de valor en origen no solo mejora los márgenes de rentabilidad, sino que multiplica el impacto en el territorio. Es una forma de desarrollo mucho más equitativa”, señala Muñoz, con una convicción que trasciende el discurso empresarial.

La historia de Salvita demuestra que, con visión de largo plazo y compromiso genuino, es posible transformar los desafíos del agro argentino en oportunidades. Y que detrás de cada choclo que llega a la góndola —ya sea con chala o envasado al vacío— hay un entramado de decisiones, aprendizajes y sueños que se cultivan desde hace cuatro generaciones.

Fuente: TodoAgro.com.ar