Tomarse un tiempo sin pantallas, con descanso y actividades al aire libre, mejora el bienestar emocional y permite a niños y adultos reconectarse consigo mismos y con los demás.
En Uruguay, transitamos estas semanas las esperadas “vacaciones de invierno”, período fundamental desde el punto de vista sanitario ya que se trata de la época del año donde aparecen la mayor cantidad de infecciones respiratorias severas.
En este sentido, las vacaciones invernales colaboran evitando el contagio masivo, fundamentalmente de niños y adolescentes en los centros educativos. Además los estudiantes gozan de un beneficio pedagógico ya que pueden incorporar de otra forma los conocimientos adquiridos en el primer semestre.
La neurociencia muestra que se trata de un momento privilegiado para hacer un “Stop”, reducir niveles de estrés y ansiedad, y darle un aire fresco al cerebro ya sea desde lo académico para los estudiantes como desde lo profesional o laboral en el caso de los padres.
Cerebro
El proceso comienza en los días previos a las vacaciones, donde sabemos que se avecina esta etapa de relajación y ocio, activándose la producción de dopamina (neurotransmisor encargado del placer y la motivación) y la relajación colabora en la segregación de serotonina (encargada del bienestar y el buen estado anímico).
Desconectar de nuestras actividades y obligaciones diarias, flexibilizar horarios y rutinas y dejar el reloj de lado por unos días, genera un impacto sumamente positivo en el funcionamiento cerebral, preparando al mismo para enfrentar de forma proactiva y eficiente la segunda mitad del año.
A este respecto, la ciencia nos indica que el descaso favorece el reequilibrio cerebral, asiste a la incorporación de nuevos conocimientos y las funciones cognitivas superiores como memoria, atención y concentración, debido a la reconexión de redes neuronales.
Asimismo, se fortalecen los vínculos familiares, la interacción entre amigos, las salidas destinadas al relax y el disfrute. Se trata de un tiempo de calidad donde el placer y la calma deberían ser protagonistas.
Estrés
El tiempo de vacaciones puede llegar generar un estrés o burnout parental. Son días en los de pronto tenemos a los chicos en casa las 24 horas y como padres tenemos la necesidad imperativa de que estén divertidos, de que la pasen bien, pero hay que congeniar eso con el trabajo o nuestras propias vacaciones si es que las tenemos (a veces a tiempo parcial).
Los adultos estamos cansados y también queremos y necesitamos un espacio personal. Es ahí donde comienza a generarse la culpa, tierra fértil para las tensiones y discusiones. En las vacaciones no todo es color de rosa y tenemos que aprender a gestionar los tiempos y gustos de todos. Es un momento de adaptación, de cambio, de flexibilidad.
Menores
En el caso de los niños y jóvenes, es sumamente recomendable que dediquen parte de este tiempo a realizar actividades al aire libre, caminatas conscientes (siempre que el clima lo permita), deporte, ejercicio físico, juegos no digitales donde la interacción humana sea el objetivo per se.
Cabe señalar que estas vacaciones también pueden ser utilizadas para los jóvenes estudiantes pasen un tiempo de mayor calidad consigo mismos, dedicando un espacio para la reflexión, el autoconocimiento, para descubrir sus gustos y preferencias actuales, y fortalecer su relación con él mismo.
Crear el habito de dedicar algún tiempo de las vacaciones (cuando hay más disponibilidad horaria y tiempo de ocio) a estar solos y hacer tareas individuales es fundamental en todas las etapas, ya sean niños, preadolescentes o adolescentes. Es importante también para derribar el mito de los adultos son los responsables de su diversión. Son ellos los que deben generarse actividades de su propio gusto como leer, pintar, dibujar.
Con la exigencia académica de tiempo de clases, en las que se usan muchas herramientas digitales, ya tienen mucho contacto con pantallas así que el período de vacaciones es bueno también para alejarse de ellas.
En el caso de los más grandes, estas semanas son una oportunidad para fijarse metas y objetivos a concretar en lo que resta del año. Pensarse desde ese lugar más proactivo será muy enriquecedor. ¿Por qué es tan importante el autoconocimiento? Porque les permite fortalecer su amor propio, su autoestima. Es un ejercicio que puede resultar hasta innovador, pero sumamente positivo a nivel de salud mental.
Permitir que los más jóvenes de la casa se aburran es realmente esencial. Es el momento adecuado para que desplegar su imaginación, creatividad e iniciativa, entre otras habilidades.
Ocasionalmente, los padres destinan excesivos recursos materiales y de tiempo pensando en “divertir” a sus hijos con actividades sociales y culturales, justamente por cierta reticencia al aburrimiento. Este estado emocional cuenta con muy mala prensa pero contrariamente a lo que creemos, constituye una oportunidad para generar nuevas ideas y experiencias.
Es sustancial que el adulto tenga claro este concepto de que aburrirse no es malo y pueda transmitirlo a los más chicos. Es válido no hacer nada y sentirse bien de esa forma. Estamos en una sociedad que nos lleva a esa presión de siempre hacer algo, una cultura del ajetreo con exigencia de ser productivos 24/7, pero debemos comprender que eso está contraindicado para los niveles de estrés y ansiedad, incluso para la productividad del cerebro.
Es muy importante también estar un tiempo en casa, disfrutar de sus espacios, de lo que hay allí. Quedarse en casa a mirar una serie en familia o hacer una comida más relajada entre todos, también es una forma de mostrarles que esa conexión con ellos mismos y su hábitat es positiva.
Recomiendo que estas vacaciones invernales sean un momento de “pausa consciente”, donde el tiempo de ocio sea lo más alejado posible de pantallas, redes sociales y mundo virtual para conectar con el “aquí y ahora”, la naturaleza, la familia, amigos y por supuesto dándole un espacio privilegiado a estar contigo mismo.
Fuente: El País Uy
